Reputación global, regional o local. Historia, trayectoria, evidencia de un trabajo consistente. Prácticas jurídicas diversas. Postular es el resultado de un proceso no exento de un duro trabajo, lleno de dudas, revisiones y correcciones: alea jacta est; todo concluye con el listado de los vencedores, los elegidos, los que lograron ser destacados por sobre tantos otros. Esos otros que quedaron fuera de juego, tal vez incluso merecedores de una distinción que no supieron desarrollar.
Así podríamos resumir lo que implica la publicación de un ranking legal.
Los rankings como guías para clientes y pares
¿Vale la pena participar de estas certificaciones? Son muchas las guías internacionales y cada postulación quita tiempo que podría dedicarse a tanto trabajo pendiente. La respuesta es, sin embargo: por supuesto que sí. En época de tanta competencia, de commoditización de muchos servicios jurídicos, todo requiere ser examinado bajo el prisma de una apreciación —ojalá destacada—, de una nota —la mejor—, o al menos de una posición en un lugar respetado.
Un ranking sirve de orientación para clientes y pares, no obstante es más que eso. El filósofo coreano Byung-Chul Han recuerda en su libro La sociedad de la transparencia (2017) que la singularidad se pierde en la constante exigencia de transparencia y el exceso de información que ello provoca. Vivimos, por ende, en una sociedad que demanda, para no desaparecer, destacarnos y visualizar nuestro valor diferencial. Su reflexión crítica es valiosa y es aplicable al ámbito profesional.
Un ranking se transformaría de este modo en una herramienta para no ser invisible, para no hundirse en la masa de abogados existentes, entendiéndose la masa como un gran espacio diáfano que podría dejar a los potenciales clientes sin herramientas, para una adecuada toma de decisión en cuanto a servicios jurídicos. ¿Cómo “ser yo” contemporáneamente, sin sobreexponerme y mostrar mi valor en el mercado? Una alternativa, cuyos plazos vencen en poco tiempo más, es vía Best Lawyers, Chambers & Partners, GAR, IFLR, Latin Lawyer, Leaders League, Legal 500, Who’s Who Legal, WTR, etc.
Los rankings como un producto de nuestra época
Así, la participación en cada uno de estos procesos debería tomarse en serio. No hay mucho espacio para la improvisación, que en este caso tendrá una acepción negativa y se sancionará con la invisibilidad. Por sus características, requieren de rigurosidad. Por su naturaleza, los rankings no son exhaustivos. Reflejan las opiniones subjetivas de quienes fueron entrevistados como referentes. Editores e investigadores prefieren postulaciones que exhiben casos de cuantías importantes, destrezas jurídicas e innovación jurisprudencial, el tamaño del equipo, los clientes lustrosos, y el pasado —rankeado o no— del estudio, área de práctica o individuo.
Recolectar y comparar información para luego definir un resultado. Eso hacen los rankings jurídicos, un producto de nuestra época, marcada por la sociología de lo numérico, de las posiciones, y que se potencia con el marketing y las comunicaciones.
Los plazos están transcurriendo: corramos un poco el velo y mostremos conocimientos, habilidades personales y profesionales. Aprovechemos de vocear lo que sabemos hacer y hemos hecho bien. Si este año que ha sido duro no hay tiempo o energías, recordando al filósofo coreano, formemos parte de la masa. Solo este año. La competencia arrecia.
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